Pedro de Arango y Moncoy (1680),
natural de Sangüesa (Navarra), era hijo de Don Domingo Arango (1650), capitán de los reinos de Flandes que se casó con doña Isabel Moncoy (1655), señora también de noble sangre. Pedro de Arango y Moncoy pasó a La Habana en el siglo XVII, como Contador Mayor de su Tribunal de Cuentas. En La Habana se casó con Josefa Loza Aparicio (1685), natural de dicha capital y fueron padres de José Francisco de Arango y Loza (1705), natural de La Habana, que contrajo matrimonio con doña Antonia de Meyreles (1710), natural también de la misma ciudad e hija de Martín de Meyreles (1685), natural de San Martín de Lagoteres y de doña Sebastiana Bravo de Acuña (1690), natural de La Habana. De esta unión nacieron tres hijos varones, el segundo de los cuales, Miguel Ciriaco de Arango y Meirelles (1740), natural de La Habana, casó con doña Juliana Parreño Espinosa (1745), natural de la misma ciudad e hija de Julián Parreño Montalvo (1705), natural de Cádiz, y de doña Catalina Espinosa y Montesén (1710), natural de La Habana. Hijo de este matrimonio fue Francisco Arango y Parreño (1765-1837), ilustre político y economista cubano.
Otro de los hijos de José Francisco de Arango y Loza fue Atanasio de Arango y Meirelles (1740), que dedicado a la carrera militar, hizo en ella rápidos y brillantes progresos. Entró a servir en el regimiento fijo de La Habana y asistió a la defensa de esta plaza cuando la tomaron los ingleses en 1782. Su hijo primogénito, José Arango Núñez del Castillo (1780), siguió la carrera de Hacienda, llegando a ser tesorero de La Habana. A su fallecimiento hizo su elogio la Sociedad patriótica, enumerando sus méritos y servicios que tanto en rentas como en letras, que siempre cultivó con particular exceso, fueron bastante recomendables.
El hijo de José Arango Núñez del Castillo (1780), Felipe de Arango y Manzano, nacido el 26 de mayo de 1812 en la ciudad de Matanzas, Isla de Cuba, vino a estudiar a España y hallándose en Madrid en 1833, cuando estalló en Navarra la guerra civil carlista, pidió y obtuvo del Rey la gracia de trasladarse al ejercito de operaciones en clase de voluntario sin sueldo ni gratificación alguna. Obtuvo el empleo de capitán y dos cruces de San Fernando de primera clase, la de Caballero de Isabel la Católica, la de Grá y varias menciones honoríficas y certificaciones a cual más brillante. En 1839 abandonó la carrera militar como consecuencia de una enfermedad contraída durante la guerra y regresa a Cuba, donde desempeña diversos cargos públicos hasta su jubilación con el grado de coronel.
El segundo hijo de Atanasio de Arango y Meirelles (1740), Atanasio de Arango y Núñez del Castillo (1785) también se dedicó a la carrera militar en el cuerpo de ingenieros. Sus tres hijos siguieron asimismo la carrera militar.
Andrés Arango y Núñez del Castillo (1786),
tercer hijo de Anastasio de Arango y Mierelles, nació en La Habana como todos los individuos de la familia, y sintiéndose con decidida inclinación hacia la carrera militar, como todos sus hermanos, ingresó de cadete en el Regimiento de Infantería de Granada, donde se trasladó al Cuerpo de Ingenieros. En su academia hizo los estudios preparatorios con recomendables notas y apenas los había terminado cuando comenzada la guerra de la Independencia, marchó a campaña en defensa de los derechos de su legítimo monarca. Se batió con los franceses hasta el mismo año 1814, encontrándose en todas las jornadas más notables que a la sazón ocurrieron, distinguiéndose en muchas de ellas y cubriendo en todas su puesto a satisfacción de sus jefes. Terminada aquella guerra abandonó la milicia y fue nombrado oficial de la Secretaria del Ministerio de Indias, de nueva creación entonces y a su extinción, acaecida poco después, pasó en la misma clase a la Secretaria de la Guerra, donde continuó por largos años sus servicios, habiendo sido también secretario del Consejo Real. Parece ser que Andrés Arango y Núñez del Castillo ejerció otros empleos de la misma o igual consideración, pero basta con los anteriores para formarse una idea aproximada de su mérito y de que en nada desmereció, antes bien rivalizó con los restantes individuos de su familia en las funciones que realzan al hombre público.
Rafael Arango y Núñez del Castillo (1788-1850), cuarto hijo de Atanasio de Arango y Meirelles (1740), nació en la ciudad de La Habana en 1788, dedicado a la carrera militar, a la que pertenecía su padre y otros muchos individuos de su familia, vino a la Península ingresando de cadete al mismo tiempo que su hermano Andrés Arango y Núñez del Castillo (1786) en el Regimiento de Infantería de Granada, y en compañía suya se dedicó desde muy temprana edad al estudio de las ciencias exactas en la Academia Militar del Cuerpo, establecida en la ciudad de Zamora. Ya era subteniente cuando se trasladó a Segovia al Colegio de Artillería en 1804 y donde asistió a las asignaturas y sufrió los exámenes correspondientes a Teniente de aquel Real cuerpo. En 1807, Rafael Arango y Núñez del Castillo se embarcó con destino a Cuba y durante la travesía fue detenido su buque por un crucero inglés, con cuya potencia se hallaba en guerra la nuestra, fue hecho prisionero y conducido a Inglaterra. A este infausto acontecimiento se debe el que su nombre figure en una de las páginas más gloriosas de nuestra historia contemporánea. Canjeado al poco de su llegada al Reino Unido, fue remitido a La Coruña donde residía a principios de 1808. Con motivo de ver y saludar a uno de sus hermanos, José Arango y Núñez del Castillo (1780), Intendente honorario del ejército que residía en Madrid, la suerte le condujo a la capital de la corte. Las tropas francesas habían invadido ya toda la Península y su capital oprimida por las águilas imperiales, buscaba una ocasión para escaparse de sus garras. Rafael Arango y Núñez del Castillo no desoyó la voz de la madre patria y ardiendo en entusiasmo su corazón, acepto el nombramiento de ayudante de su cuerpo que expidió a su favor el Comandante de artillería de la plaza, Don José Navarro Falcón. Contaba a la sazón veinte años nuestro protagonista y con tan corta edad su entusiasmo y decisión le proporcionaron la honra de ser uno de los héroes del Dos de Mayo, de cuyo día y principales sucesos que en él se verificaron, ya en avanzada edad ha hecho la más exacta y verídica relación que poseemos, uniendo el de cronista al mérito de combatiente en tan gloriosa jornada. Después Rafael Arango y Núñez del Castillo participó a las órdenes del General Castaños en la famosa batalla de Bailén y en el resto de la Guerra de la Independencia. Cuando la paz vino a dar un momento de descanso al agostado suelo de nuestra patria, Rafael Arango y Núñez del Castillo tenía el empleo de Capitán y graduación de Teniente Coronel, pero su salud se hallaba en peor estado a consecuencia de la fatigosa existencia que había llevado por espacio de seis años. Rafael Arango y Núñez del Castillo continuó, sin embargo, en el arma de artillería, la que no abandonó hasta 1820 en que fue nombrado teniente coronel efectivo de caballería con destino en Guatemala, a cuyo país no pudo llegar, no obstante haberlo intentado, porque se lo impidieron los sucesos políticos de aquella región cada vez más complicados, hasta el extremo de haberse ya por esta razón emancipado de la madre patria. Completamente deteriorada su salud por esta época, pidió y obtuvo su retiro para el país donde había nacido. Definitivamente establecido en Cuba, se dedicó al cultivo de la agricultura en una hacienda que había heredado de sus padres. En estas faenas y con los placeres que le proporcionaban sus relaciones con los individuos de su familia, pasó el resto de sus días hasta el 6 de noviembre de 1850 en que falleció en La Habana, siendo ya Coronel de Caballería este veterano ilustre, uno de los héroes del Dos de Mayo, en cuyo pecho, además de la Cruz de San Fernando, se ostentaban las principales concedidas por la Guerra de la Independencia a ilustres defensores de su patria.
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