sábado, 13 de diciembre de 2008

Francisco Arango y Parreño

Francisco Arango y Parreño (1765-1837), político y economista cubano. Nació en La Habana el 22 de mayo de 1765 y murió en la misma ciudad en 1837. Era hijo Miguel Ciriaco de Arango y Meirelles. Nace en el seno de una familia acomodada en la incipiente burguesía criolla de aquellos momentos. Sus primeros estudios en Humanidades los cursó en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, institución que desde 1773 y dada las características del claustro de profesores, fue crisol y forja de lo mejor del pensamiento filosófico y social de la época. En el año 1781 ingresó en la Facultad de Leyes de la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de la Habana, en la que se graduó de Bachiller en Derecho Civil en 1786.

Siendo muy joven comenzó a destacarse en la oratoria y la jurisprudencia, gracias a lo cual pudo desempeñar una buena labor en la cátedra de Derecho Real de Prima en la Universidad. En 1787 viajo a España para cursar estudios universitarios en la Real Academia de Derecho Patrio y Común, de Madrid, llegando a alcanzar méritos como el de alumno aventajado en Derecho Natural de Gentes en la Real Casa de Estudios de San Isidro. Parece ser que concluyó el doctorado en Derecho en la Academia de Jurisprudencia de Santa Bárbara en España. Después de lograr obtener el título de abogado en 1789, realizó una serie de viajes por Europa y el Caribe para estudiar todo el sistema económico y su posible aplicación en Cuba.

Fue uno de los promotores de la Sociedad Económica de Amigos del País (1791), también conocida como Sociedad Patriótica y del Real Consulado de de Agricultura, Industria y Comercio de La Habana. Una vez de vuelta en San Cristóbal de La Habana, desempeñó importantes cargos en la vida política de esta urbe dentro de los cuales se destaca su ingreso en la Sociedad Patriótica de la Habana, de la que llegó a ser nombrado director (1797-1798) y socio de honor. Es notorio, si se tiene en cuenta su ascendencia social y el contexto histórico en que transcurrió su vida, su "Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios de fomentarla", escrito en 1792, solo dos años después de haber salido el primer número del Papel Periódico de La Havana, publicación de la que fue uno de sus más prolíficos colaboradores.

En ese discurso, Francisco Arango y Parreño defiende vehementemente ante la Corona española la importancia del cuidado y mejoramiento del cultivo de la tierra en Cuba; así como la necesidad de que se aplicaran métodos agrícolas que ya habían demostrado éxito en otros países. Por esta razón, emprende un viaje oficial de once meses por Europa. A su regreso, no solo reseñó teóricamente sus experiencias, también introdujo en el país una nueva variedad de caña de azúcar. En 1805 fue nombrado asesor de la Factoría del Tabaco. Más tarde, en su Informe sobre los malos remedios que en la Isla de Cuba tiene el ramo del tabaco, criticaría al monopolio que ejercía presión para el estanco del tabaco.

Sobre los medios que convenga adoptar para sacar a la Agricultura y el Comercio del apuro en que se hallan es un alegato para la libertad de comercio, tendencia y experiencia que tras la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, se había ido fortaleciendo en el pensamiento de los criollos. Posteriormente en 1811 se le otorgó el cargo de Ministro del Supremo Consejo de Indias. Durante la Guerra de la Independencia española tomó partido por los constitucionalistas y representó a Cuba en las Cortes de Cádiz de 1812, siendo elegido Diputado a Cortes y trasladándose a España.

Fue nombrado por Fernando VII miembro del restablecido Consejo de Indias (1816) y fue nombrado miembro de la Junta Real para la Pacificación de las Américas. Regresó a Cuba en 1818 y desempeñó los cargos de Consejero de Estado (1820) y de Superintendente de Hacienda (1824), pudiendo disfrutar de la libertad de comercio decretada en 1819, la cual derogaba el monopolio sobre el tabaco. Fue nombrado Caballero Pensionista de la Orden de Carlos III, en la que ingresó el 29 de abril de 1818.

Era un personaje respetado por el Gobierno español, lo que le permitió obtener ciertas ventajas en favor de la liberalización de la economía cubana. Es autor de diferentes obras: Máximas económico-políticas sobre el comercio colonial (1816) e Informe al Rey sobre la condición de los esclavos de Cuba y la urgente necesidad de supresión del tráfico (1828), donde rectificaba sus ideas anteriores, favorables a la introducción de esclavos negros. Entre otros gestos altruistas y de reconocimiento a la necesidad de instrucción en Cuba, donó sus estantes y libros a la Biblioteca Pública de La Habana.

También brindó grandes aportes en la elaboración del plan de estudios que regiría en las escuelas de la Isla y desempeñó una gran labor en el movimiento reformista de principios del siglo XIX en Cuba. En 1834 fue distinguido con el título de Prócer del Reino. Muere en La Habana el 21 de marzo de 1837. En su fecunda vida intelectual sobresale su pensamiento educativo agrario y económico.

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