Gonzalo Arango Arias (1931-1976), filósofo, escritor y periodista colombiano, fundador del nadaísmo. Nace en los Andes, Antioquia
(Colombia), el 18 de enero de 1931 y muere en Tocancipá, Cundinamarca
(Colombia), el 25 de septiembre de 1976. Cuentista, ensayista, dramaturgo, novelista, poeta y periodista colaborador del El Colombiano, El Espectador, El Tiempo, Cromos y Revista de la Universidad de Antioquía.
En 1958 fundó el nadaísmo, movimiento de vanguardia de repercusión nacional, que intentó romper con la Academia de la Lengua, la literatura y la moral tradicionales. En la música norteamericana y del Caribe de los años sesenta el movimiento buscó un léxico renovado, optó por el humor y el mundo urbano para situar la obra literaria y la critica a la sociedad.
Gonzalo Arango Arias publicó el Manifiesto nadaísta (1958), varios libros de poesía y cuentos entre los cuales destacan: Sexo y Saxofón (1963) y Prosas para leer en la silla eléctrica. Como dramaturgo escribió Prometeo desencadenado (laureado en el concurso de teatro de 1963), Susana Santa, Los Nadaístas, Los ratones van al infierno, Nada bajo el cielo raso (1960) y La consagración de la nada (1964).
Bajo la influencia de los escritos del filósofo Fernando González y de las tácticas publicitarias de los surrealistas, Gonzalo Arango Arias funda el nadaísmo, corriente literaria que bajo el lema "No dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio", irrumpió en la escena cultural colombiana de los años sesenta y de la cual hacían parte talentosos jóvenes, contestatarios e irreverentes, pero tocados por el ángel de la poesía. Hacían parte del movimiento Jaime Jaramillo Escobar, con el alias de X 504, Amílcar Osorio (Amílkar U), Eduardo Escobar, Elmo Valencia y Jotamario Arbeláez, conocido publicista, intelectual, columnista y poeta.
Gonzalo Arango Arias manifestó tanto en su obra poética como en otros escritos su inconformidad no solo con el conservadursimo social sino también contra el orden burgués-capitalista y contra las revoluciones de masas con ideales totalitarios, si bien no ha trascendido tanto en su opinión política sino más por su vida bohemia. Contestataria y rebelde en sus inicios, la obra de Gonzalo Arango Arias aborda en sus postrimerías un cierto cristianismo personal.
En sus últimos años, Gonzalo Arango Arias escribe sobre todo poemas de amor para su mujer Angelita Hickie. Sus compañeros de movimiento terminan por expulsarlo a causa de lo que ellos consideran una traición a los ideales nadaístas. Gonzalo Arango Arias muere en un accidente automovilístico en la población de Tocancipá el mismo día en que decide decirle adiós a su vida bohemia. Con la muerte de Gonzalo Arango Arias no acaba el nadaísmo. La máquina de escribir de Gonzalo Arango Arias, una Olivetti Studio 44, queda en manos del Poeta y escritor Jotamario Arbeláez, quien sigue predicando la palabra sagrada que una vez fue pronunciada por quien muchos de sus seguidores llaman "el más grande de los Profetas que han existido".
Mi Vida
Nací en un pueblo sin gloria
que se hará famoso por mi nacimiento,
hace 30 años y muchos meses.
No soy casado
porque tengo fé
en que el amor durará toda la vida
y porque amar es mi manera de ser libre.
Soy hostil al amor comprometido
y a la literatura comprometida,
pues en ambos casos
la belleza pierde su independencia.
No tengo títulos,
ni menciones de honor.
Estuve a punto de ser abogado,
pero cierta inclinación a torcerlo todo,
me desvió del derecho.
La línea de mi vida,
según los astros,
es una línea curva,
difícil
y que conduce a la gloria.
Salí del inmenso anonimato
fundando el nadaísmo,
para restituir a la nada
su condición rebelde,
y a mi vida una razón de vivir,
entre los signos apocalípticos
y nihilistas de mi tiempo.
Pienso que la sociedad
en sus periodos de crisis,
levanta mitos
para no dejar hundir el prestigio del espíritu.
Yo nací para llenar la ausencia de valores,
mientras se restablece el equilibrio
y retorna cierta sensibilidad
abatida por el materialismo y el griterío del tumulto.
No creo en casi nada...
pero creo en la vida.
Pertenezco a la familia de aquellos espíritus
que según Nietzsche
salen en busca de la verdad
y regresan enarbolando la túnica de una mujer.
Escribo por vanidad,
por ocio,
por libertinaje
y en una razón secreta de mi ser...
por masoquismo.
No he hecho casi nada para estar tan viejo.
A mi edad, Cristo estaba a punto de ser colgado de la cruz
y Rambó ya traficaba con armas en Abisinia,
después de revolucionar la poesía
y escupirla en mitad de su rostro.
Pero... he vivido...
como dicen modestamente los pesimistas.
Aunque en mi caso sería más preciso decir...
he amado.
Miro crecer la yerba y retirarse las mareas,
siento el susurro del universo dentro de mi alma
y las caricias del amor en mi carne...
Para quejarme,
tendría que estar muerto¡¡¡
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